Hoy es Lunes de Pascua, Pascua de Resurrección.
En este día posterior a la Semana Santa me encuentro extraño por no haber vivido un sentir, que después de 33 primaveras ya lo he hecho mio.
Este año no he estado en la bendita Andalucía que lo llaman algunos donde la Semana Santa se vive de una forma muy distinta a la de esta tierra bendita por otros aspectos pero no precisamente por su Semana Santa, al menos así yo lo siento.
Lo más parecido que encuentro en esta tierra a la de allí es la preparación para la salida de mi Hermandad de la Borriquilla, y sobre todo a "mi virgen" a la que no me gusta llamarle de la Esperanza. Esos dos días de preparación intentas que la imagen salga lo más bella posible, fijándote hasta en el más mínimo detalle, que por otra parte puede ser insignificante para otros, pero no para mi.
Me fijo siempre en pequeñas cosas como por ejemplo, el movimiento de la capa de Jesús con la Caña al bajar por el puente de la Trinidad aspecto que me pareció trágico y bello al mismo tiempo, el andar del San Juan Bautista firme y pregonando la Semana Santa. Quizá en este último caso esté condicionado a mis experiencias de niño cuando vestía el hábito de Jesús de Medinaceli, esperaba en la puerta de San Felipe a que pasara "el borrego" como lo llamábamos entonces de forma jocosa. Siempre me impresionó su andar al subir la calle de Alfonso VIII. Han tenido que pasar varios años para darme cuenta de la belleza de la imagen y sobre todo, del saber mantener la esencia de siempre, conquense con sus guardabrisas con velas de cera natural. 
Otro detalle que me he fijado en esta semana ha sido que hay determinadas hermandades que mantienen la esencia de siempre como el Cristo de los espejos cuyo paso creo que no podría ser más adecuado a esa silueta y preciosa cruz. Otra hermandad que mantiene no sólo la estética sino los valores cristianos, es el Ecce Homo de San Miguel, aunque para mi le sobra la luz artificial y las llamas de cristal opaco de sus preciosos arbotantes. El tema de la iluminación creo que es para hablar largamente en otra ocasión, porque es algo que me preocupa que en Cuenca no se haya (en los tiempos que estamos) avanzado en esa cuestión.

Volviendo a sentimientos desencontrados o encontrados, la sensación que me deja esta Semana es de vacío, de falta de "momentos". Puede que yo necesite un mazazo en la cabeza para que me duela pero acostumbrado a grandes momentos tanto espectaculares como íntimos en el Sur, los que encuentro en esta ciudad son huecos, faltos de contenido y de finalidad. Creo que nadie o casi nadie en Cuenca sabe para qué (realmente) salen a la calle los pasos o para qué sirven las hermandades. No le encuentro sentido a "desfilar" como aquí le llaman. Tan sólo los detalles anteriormente mencionados han sido pequeñas estrellas fugaces en el universo infinito que me han hecho pestañear.

Con este artículo me despido hasta otra entrada que me centraré más en aspectos estéticos, siempre subjetivos claro está, que para eso es un blog personal y subjetivo.

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